VIII.III. El Pensamiento Liberal y Socialista
En
el siglo XVIII surgieron nuevas formas de pensar la vida social. Esas
reflexiones influyeron de manera decisiva en las formas de concebir y realizar
la actividad política y, en consecuencia, modificaron las relaciones entre el
poder político y la sociedad a lo largo del siglo XIX.
Entre esas nuevas formas de pensar cabe destacar el liberalismo, una concepción de la sociedad que privilegia la libertad del individuo frente al Estado y la sociedad.
Entre esas nuevas formas de pensar cabe destacar el liberalismo, una concepción de la sociedad que privilegia la libertad del individuo frente al Estado y la sociedad.
Considera
que para ser plenamente libre, el individuo debe gozar y disponer libremente de
sus bienes, por lo tanto, consagra a la propiedad privada como un derecho
fundamental y un principio que debe garantizar el sistema político y económico.
El liberalismo considera a la sociedad como una asociación de individuos libres
y, al Estado, como la entidad que debe garantizar el ejercicio de esa libertad
individual.
Por
ello, proclamó algunos principios básicos, como la libertad de cultos y la de
expresión, la libertad de comerciar y la de asociarse, la libertad de enseñar y
la de aprender. Todos ellos, característicos de un nuevo orden social, el
capitalismo. Los principios liberales se convirtieron en herramientas
importantes para organizar la mayor parte de los regímenes políticos
contemporáneos.
Pero el liberalismo empezó a ser cuestionado a raíz de las transformaciones sociales y económicas que se producían a medida que se expandía la sociedad capitalista. Un nuevo conjunto de ideas y creencias políticas, el socialismo, empezó a tomar vigor, a partir de 1848, en buena parte de los países europeos. Si el liberalismo hizo hincapié en la libertad, el socialismo lo hizo sobre la igualdad de los individuos, en un sentido diferente a la igualdad ante la ley que postulaban los liberales.
Las ideas y creencias socialistas fueron las banderas que enarbolaron los trabajadores en casi todo el mundo, y así consiguieron leyes sociales, condiciones materiales de vida mejores que las del siglo XIX. También el socialismo tuvo su expresión en los partidos que llevaron su nombre y que buscaron instalar, desde los gobiernos democráticos, discusiones que permitieran obtener leyes favorables para los obreros.
Liberalismo político y económico
Las revoluciones burguesas en Europa, al destruir el Antiguo Régimen, dieron lugar a un nuevo tipo de Estado que los historiadores denominaron Estado liberal, y la ideología que sustentaba estos regímenes burgueses es lo que se ha dado en llamar liberalismo: liberalismo político y económico.
Liberalismo político significaba respeto a las libertades ciudadanas e individuales (libertad de expresión, de asociación, de reunión); existencia de una Constitución inviolable que determinase los derechos y deberes de ciudadanos y gobernante, separación de poderes legislativo, ejecutivo y judicial para evitar cualquier tiranía; y derecho al voto, bien como sufragio universa, aunque en este último caso más que de liberalismo político habría que hablar de democracia.
Junto a este liberalismo político, el Estado burgués del siglo XIX estaba también asentado en el liberalismo económico: un conjunto de teorías y de prácticas al servicio de la alta burguesía dominante y que, en gran medida, eran consecuencia de la Revolución Industrial. Desde el punto de vista de la práctica, el liberalismo económico significó la no intervención del Estado en las cuestiones sociales, financieras y empresariales. A nivel técnico supuso, además, un intento de explicar racionalmente y justificar el fenómeno de la industrialización y sus más inmediatas consecuencias: el gran capitalismo y la miseria de la clase trabajadora.
La alta burguesía europea, cada día más poderosa y rica, con el poder político ya firmemente asido, veía con inquietud cómo alrededor de las ciudades industriales iba surgiendo una masa proletaria, también cada día más espantosamente pobre. Necesitaba, por tanto, una doctrina que explicase este hecho como inevitable y, en consecuencia, sirviese para tranquilizar su propia inquietud. Tal doctrina la encontró en dos pensadores ingleses. Adam Smith (1723-1790) y Thomas R. Malthus (1766-1834), que pasaron así a se los pilares ideológicos del liberalismo económico.
Smith pensaba que todo el sistema económico debía estr basado en la ley de la oferta y la demanda. Para que un país prosperase, los gobiernos debían abstenerse de intervenir en el funcionamiento de esa ley; los precios y los salarios se fijarían por sí solos, sin necesidad de intervención alguna del Estado. Y ello, entendía, no podía ser de otro modo, por cuanto si se dejaba una absoluta libertad económica, cada hombre, al actuar buscando su propio beneficio, provocaba el enriquecimiento de la sociedad.
Malthus partía del supuesto de que, mientras el aumento creciente de población seguía una proporción geométrica, la generación de riquezas y alimentos sólo crecía aritméticamente. Resultaba por ello inevitable que, de no ponerse remedio, el mundo se hundiría en la pobreza. Ese remedio no podía ser otro que el control de natalidad en los obreros, y que estos quedasen abandonados a su suerte, para que asiera su número disminuyese.
En resumen, tanto Malthus como Smith lo que estaban pidiendo era la inhibición de los gobernantes en cuestiones sociales y económica. Y eso fue lo que ocurrió: el Estado burgués europeo del siglo XIX se limitó a garantizar el orden público en el interior de sus fronteras, renunciando a cualquier tipo de política social, de justicia redistributiva y de intervención de la economía.
Nada
mejor para los grandes capitalistas, que quedaron con las manos libres para
enriquecerse al máximo. La riqueza se convirtió en una virtud, los clérigos,
desde el púlpito, presentaban la pobreza como una consecuencia del vicio y el
pecado, con lo cual estaban justificando de hecho su existencia.
Frente a este Estado liberal y en esta sociedad burguesa, el proletariado se encontró indefenso. Por ello, su lucha por la vida y por los derechos que se les negaban tenía que convertirse necesariamente en una lucha contra el liberalismo económico y la burguesía capitalista.
En la
primera mitad del siglo XIX el pensamiento filosófico desarrollado en Venezuela
asumió una forma específica de incorporación y recepción innovadora de sus fuentes
europeas, especialmente del liberalismo, conservadurismo, socialismo utópico,
anarquismo, romanticismo e inclusive del positivismo. La obra de Rafael María
Baralt (1810-1860), se inscribe en esta tendencia, a pesar que se evidencie su
gran afinidad con el liberalismo, no fue sólo un apasionado defensor y
justificador del liberalismo político, sino que se “aventuró a seguirlo en sus
conexiones con las doctrinas más radicales de la época, topándose en algunos
momentos con el marxismo.”
Si bien
es cierto que “Baralt, no llegó a ser marxista ni comunista propiamente dicho,
no obstante ya circulaba en 1848 el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, no trascendió de un
liberalismo avanzado que incursionó en debates entre el socialismo, desde los
planteamientos de Proudhon hasta los del historiador francés Guizot”
El
acercamiento que tiene Baralt, en relación al socialismo, se puede considerar
como ligero y sutil, convirtiéndose en un analista político –como dice Pulgar-
pero con entera autonomía intelectual, desde convicciones cristianas y
arriesgando posiciones en un medio de los más atrasados de Europa que era
España.
Para
Augusto Mijares, Baralt puede ser considerado un socialista burgués, debido a
su interpretación de la historia al considerar que “… la revolución –afirma
Baralt- hecha por el estado llano remachó las cadenas del proletariado,
apreciación que separa agresivamente las dos clases…”
Mientras
que para Ramón Díaz Sánchez, Rafael María Baralt, puede ser considerado como un
liberal progresista “o lo que es lo mismo, hombre de izquierda.
Liberalismo
En el
pensamiento político de Rafael María Baralt, es indispensable tomar en cuenta
su concepto de democracia9 y su postura crítica a la “idolatría
de la democracia”, en él, además de resaltar los valores de la democracia
liberal, destaca algunas experiencias negativas de tipo socialista, a pesar de
reconocer que la democracia puede estar íntimamente asociada al socialismo.
Las
ideas del siglo XIX de la historia de Europa son tributarias de los conceptos
políticos ilustrados. Ideas inspiradora de la revolución de independentista de
las colonias americanas (1776) primero, y la Revolución francesa (1789)
después, propiciaron el constitucionalismo liberal decimonónico, a través del
cual van a influir en todas las corrientes políticas de la época.
Estructurándose en una amplia Zona de transición entre lo que se llamó el
Antiguo Régimen y el Estado liberal; entre una sociedad estamental y una
clasita, donde la guerra y la revolución son, simultáneamente, fenómenos
vividos por los pueblos europeos y latinoamericanos posteriormente.
En tal
sentido, el planteamiento de la democracia de Rafael María Baralt, se inserta
en esta discusión contextual. Para él, la democracia, es entendida como aquella
que propone establecer como máxima, la felicidad de todo los hombres, como
derecho esencial para la buena vida, este derecho, señala Baralt, depende.
Según
las facultades que han recibido de la naturaleza, y según también el mérito de
sus obras; de donde se deduce que la sociedad, teatro donde el hombre busca y
alcanza esa felicidad, lejos de poner embarazos al desarrollo de sus facultades
y a la adquisición de los medios que tiene que emplear para obtenerla, debe
facilitar y promover su desenvolvimiento y aumento.”12 Por ello, la democracia es una idea
natural, humana, providencial y divina, que se desenvuelve
en la historia procurando la igualdad de condiciones y el bienestar de
las clases sociales.
Baralt,
claramente influenciado por el liberalismo del siglo XIX, considera que la
democracia propuesta por Montesquieu, Adam Smith, Tocqueville, entre otros, no
propone en absoluto la expropiación de bienes, como si lo hace el comunismo y
el socialismo. La democracia, que defiende Baralt, por el contrario, es la que
se fundamenta en el respeto de la propiedad privada, en la acumulación de
riqueza y en los valores del individualismo, en tal sentido, afirma que:
La
democracia no proclama ni sostiene la expropiación de bienes. Su principio
fundamental económico es la desvinculación: y esta es una ley en Francia, así
como en otras muchas naciones civilizadas. Respecto a la propiedad: nada más
justo, porque sin ella no hay trabajo, sin trabajo no hay producción, sin
producción no hay riqueza, ni alimentos, y sin éstos no hay sociedad.”13
Por
ello, Baralt, ante esa situación se plantea, ¿Qué debe hacerse para conservar
la propiedad e impedir la injusta repartición de los bienes que ella produce?
La
democracia indica como solución de este problema: La distribución igual de la
herencia entre los hijos o herederos, El aumento de capital, y por consiguiente
del trabajo por medio de la reforma de impuesto, de la reforma de la
administración y de la economía en el presupuesto, La creación de un vasto
sistema de concesión de trabajo, como parte del sistema de beneficencia pública,
La asociación del capital y del trabajo, del empresario y obrero y La unión
intima del sentimiento moral, del sentimiento religioso y del sentimiento de la
libertad, por medio de la fraternidad cristiana.
Baralt,
entiende por democracia, aquella forma de gobierno que se reduce al
liberalismo, y considera que “… nuestro objeto no es defender el socialismo,
sino justificar la democracia: cosas entre sí muy diversas, y que Guizot no ha
debido confundir en un sola.”
La
democracia, según Baralt, es aquella que se debe incorporar a las leyes
históricas, por tanto, a pesar, de profesar la igualdad entre los hombres, ésta
se hace imposible por el devenir histórico de la civilización, por ello dirá:
La
esclavitud pasa a ser servidumbre; la servidumbre se transforma, queda
convertida en gremios industriales, y nace el estado llano; los gremios
industriales desaparecen, el estado llano comienza el laborioso trabajo de su
emancipación, y el proletariado toma su triste puesto en el mundo; el estado
llano combate la nobleza de raza, triunfa de ella y es libre; el proletariado
siente remachar sus cadenas. ¿Pretenderá acaso Guizot que, llegada a este
punto, se detenga la humanidad condenando para siempre a la clase más numerosa
de la sociedad al ilotismo en que actualmente se encuentra? Santa es la
libertad y la adoramos, pero la queremos para todos, no para algunos.16
Sostiene
Baralt, que nada tiene que ver la democracia con los excesos cometidos por el
absolutismo en su combate a muerte contra ella; por el liberalismo ecléctico
que no ha sabido comprenderla; por sus falsos apóstoles, que la han amancillado
y vendido;
por la
natural inexperiencia de sus primeros adeptos, que no ha podido ni sabido darle
dirección; por los delirios de reformadores exagerados y violentos que, adrede
o por ignorancia, confunde con ella sus doctrinas; y finalmente, por las leyes
invariables que gobiernan los negocios humanos y según las cuales nada muere
sin dolor, ni nada se funda sin trabajo.”
La
democracia que defiende Baralt es la compatible con el variado orden social de
las diversas naciones civilizadas, que tiene como dominador común la religión
cristiana como medula centra. En este sentido, señala.
Esa
democracia, la única verdadera, es compatible con el vario orden social de las
diversas naciones civilizadas; se llama, y es, hija del cristianismo, proclama
y afirma la libertad, el poder fuerte y completo como garantía del uno y de la
otra, fortalece todos los intereses legítimos, protege todos los derechos,
cumple todos los deberes y es amiga de todas las clases: enemiga tan solo de la
arbitrariedad y de la tiranía.”
En su Escritos
Políticos Baralt,
desarrolla las reflexiones sobre la disputa entre el socialismo utópico y la
economía política o liberalismo. Reflexiones amplias y extensas, que en algunos
momentos, Baralt, más que dar un punto de vista claro, se convierte en árbitro
político, sin tomar públicamente una posición. A pesar de ello, se evidencia su
tendencia hacia el liberalismo.
En
efecto, este intelectual venezolano, despliega, los elementos que él considera
esenciales entre estas dos corrientes, en ese sentido, señala que: “Dos poderes
se disputan el gobierno del mundo y se anatematizan con el furor que pudieran
hacerlo dos cultos enemigos: la economía política o la “tradición”; y el
socialismo o la “utopía”. ¿Qué es la economía política? ¿Qué es el
socialismo?”.
La
economía política es siguiendo a Baralt la historia natural de las costumbres,
tradiciones prácticas y rutinas más aparentes y más universales acreditadas en
la sociedad tocante a la producción y a la distribución de la riqueza. “Bajo
este concepto se considera y llama “ciencia”, legítima en “hecho” y en “derecho”,
y declara que “lo que es” debe ser””.
El
liberalismo, siguiendo a Tocqueville21,
lo considera como la máxima expresión de lo humano, el arte de ser libre es una
búsqueda permanente de la plena felicidad, pero para alcanzarla, reconoce que
la libertad es un proceso duro, ella “nace de ordinario en medio de las
tempestades, se establece penosamente en lo más recio de las discordancias
civiles y sólo cuando ya vieja hace patentes sus altos beneficios”.
VIII.
IV. La Segunda Revolución Industrial
La Segunda Revolución Industrial o Gran Capitalismo fue la segunda fase
de la Revolución Industrial, cuando el capitalismo maduró
definitivamente como sistema económico y estableció sus «pilares
fundamentales», fue un proceso de
innovaciones tecnológicas, científicas,sociales y económicas nunca antes vistas.
Su comienzo suele
fijarse entre 1850 y 1870, momento en el cual se
empieza a observar el surgimiento de nuevas y mejoradas técnicas de producción,
y una nueva clase de industrias, como la industria química, eléctrica o laautomovilística; además de empezar a
darse la industrialización en nuevos países como el recién nacido Imperio
Alemán, Rusia, Italia, Francia,Japón, Estados
Unidos o Países
Bajos.
El final de esta
revolución suele fijarse en 1914, año en que da
comienzo la Primera Guerra Mundial;7aunque esta fecha es
la más aceptada y empleada, no es totalmente correcta en el caso de los países
no europeos, pues no fue hasta 1917, cuando países como Estados
Unidos o Japón, participaron
activamente en la guerra.
Esta nueva revolución
industrial fue muy distinta a la Primera, pues al contrario que lo sucedido en la Primera Revolución Industrial en donde solo un
único país, Gran
Bretaña,
había logrado industrializarse en profundidad, en este periodo, la revolución
se da en muchos más lugares, destacando,Europa
Occidental, Estados
Unidos y Japón;
Este periodo vio el
desarrollo de nuevas formas de energía nunca antes vistas o utilizadas, como el gas o el petróleo; debido a estos
profundos cambios surgieron nuevas industrias, además de producirse una revolución científica sin precedentes, que abrió nuevos
campos de investigación.
Nuevas invenciones
revolucionaron y caracterizaron este periodo; la aparición de nuevas máquinas e
invenciones como el motor de combustión interna, el desarrollo del aeroplano y el automóvil y su correspondiente
comercialización, además de la producción en masa de bienes
de consumo,
la refrigeración mecánica o la
invención del teléfono o la radio caracterizaron esta
revolución9 y sus años
posteriores.
Revolución del transporte
Durante este periodo
el coste de los transportes experimentó un gran descenso que permitió la
integración de los mercados hasta entonces muy desconectados, esto se pone de manifiesto,
por ejemplo en el precio del trigo enInglaterra y Estados
Unidos,
mientras que en 1860 el precio del trigo en Liverpool casi doblaba el del
mercado deChicago; hacia 1915 los
precios eran casi iguales. Este abaratamiento impulsó el comercio internacional, la integración de los mercados nacionales e
internacionales, la unión de zonas productoras y consumidoras de todo tipo de
recursos y las migraciones generalizadas de
personas.
El cambio en el ferrocarril fue espectacular y
siguió siendo el medio de comunicación terrestre más
utilizado. Así, mientras que en 1840 el desarrollo ferroviario era todavía
escaso, en Europa solo nueve países
habían construido alguna línea ferroviaria, con una red en todo el continente
de menos de 4.000 kilómetros y solo cuatro países (Gran
Bretaña, Alemania, Francia y Bélgica) que habían superado
los 300 kilómetros, en Estados Unidos en esa misma fecha se habían construido
4.510 kilómetros. Treinta años después, en 1870, se había consolidado este
medio y se superaban en Europa los 100.000 km de extensión y en Estados Unidos
70.000.
España en 1848, fue el
décimo país del mundo en inaugurar una línea ferroviaria, la de Barcelona a
Mataró, aunque en 1847 ya había entrado en funcionamiento el ferrocarril entre
la Habana y Güines en la Cuba española, a estos les siguió en 1851 la línea
entre Madrid y Aranjuez. Se siguieron construyendo vías ferroviarias desde los
lugares en los que se había originado (Europa Occidental y noreste de los EE.
UU.) Hacia lugares más lejanos, creándose así las grandes redes
transcontinentales de América del Norte (hacia 1870) y Eurasia (Transiberiano y Orient
Express hacia 1900).
El desarrollo del transporte
naval fue también muy notable. Por un lado
los clipers que llegaban desde
Inglaterra hasta el Pacífico y Australia, supusieron el canto
del cisne de la navegación a vela. Pero lo más importante fue la aplicación
sistemática a los barcos de calderas a vapor de triple y cuádruple
expansión mucho más eficientes, la introducción del casco de hierro en 1860 y
posteriormente de acero en 1879 y la
aplicación de la turbina
a vapor en 1894.
Estas innovaciones
disminuyeron los costes de mantenimiento y funcionamiento de las naves y
aumentaron el espacio reservado para las mercancías y los pasajeros. Hacia 1880
también se disminuyeron las tripulaciones y los costes con la desaparición del
velamen auxiliar del que disponían todavía los barcos a vapor. Todos estos
cambios permitieron reducir los fletes del transporte atlántico en un 45 por
ciento.
El hierro
El hierro seguía siendo el
metal más utilizado y sobre él se van a aplicar importantes innovaciones.
Thomas en 1878 inventó un sistema para explotar el hierro rico en fósforo, hasta entonces no
se habían tenido en consideración estos yacimientos por el carácter quebradizo
del metal. El procedimiento
Siemens-Martin abarató la obtención
de este mismo producto.
Durante la primera
revolución industrial el hierro se aplicó casi exclusivamente al ferrocarril, ahora va a
encontrar nuevas aplicaciones como la construcción y el armamento. En el terreno
constructivo se van a levantar puentes en hierro, estaciones
de trenes, mercados, monumentos como la Torre
Eiffel en 1889, y sería la base para la
construcción de los primeros rascacielos enChicago al hacer estos
edificios con una estructura de hierro.
El acero (aleación de hierro con una
pequeña cantidad de carbono) era un metal muy
caro de producir y su utilización se limitaba a escasos productos: cuchillería, aparatos de
precisión... El panorama cambia al aparecer nuevos procedimientos como elconvertidor de Bessemer en 1855 que permitió
incrementar la producción de acero a un precio razonable. En el campo
armamentístico se utilizará más el acero que el hierro, las nuevas aplicaciones
pasan por la construcción de acorazados osubmarinos totalmente revestidos
de acero.
Otros metales
Además del hierro y
el acero aparecen otros metales que van a tener una gran trascendencia en el
desarrollo industrial. Entre ellos destaca el aluminio, metal muy ligero y
resistente. Fue descubierto por Wökler en 1845 pero hasta 1886 no se
generaliza, fue cuando Hall le aplicó el proceso de electrólisis. El níquel se usó principalmente
para mezclarlo con el acero y lograr así el acero
inoxidable.
Al mezclarlo con el cobre se crea una aleación
llamada alpaca que tendrá muchas aplicaciones en el campo doméstico.
El cobre tendrá también una
gran importancia, al perfeccionarse su producción se va a destinar, casi
exclusivamente, a la industria eléctrica, o bien como conductor o bien como
componente de los motores eléctricos. Por último el zinc tendrá una cierta
importancia ya que al mezclarse con el hierro detiene su oxidación.
La industria química moderna
La industria química
conoció un primer desarrollo en la Primera Revolución Industrial, ahora va a
experimentar una expansión sin precedentes y se van a encontrar soluciones
prácticamente para todos los campos de la producción. Veamos cuáles son los
principales avances.
La sosa se va a producir de
manera rentable tras los descubrimientos del belga Solvay, éste hizo pasar amoníaco por agua salada, así
se genera bicarbonato sódico susceptible de
convertirse fácilmente en sosa; esto multiplicó la producción mundial de este
producto.
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