VII.IV. La Revolución Francesa
El
final del siglo XVIII fue una época de trastornos en muchas partes de
hemisferio occidental, trastornos que se pueden atribuir, directa o
indirectamente, al fermenrto de las ideas conocidas como la Ilustración. Estas ideas,
reflejo de las necesidades y tensiones de una sociedad cambiante se basan en el
nuevo conocimiento científico del siglo
XVII, que engendró una nueva fe en la razón y en el progreso. por un lado, esto
llevó a un rechazo de la autoridad y a una afirmación de
los Derechos del Hombre, expresados en la
famosa declaración de Rousseau de que el hombre nace libre, pero en
todas partes está encadenado.
Por
otro lado, las nuevas ideas fueron una inspiración para los monarcas, que , al
ternar el siglo XVII, empezaron a concentrar el poder en sus propias manos y a
gobernar mediante agentes burocráticos nombrados por ellos. Sin embargo, estas
actividades centralizadoras encontraron resistencia en todos aquellos que
tenían intereses creados en el Antiguo régimen, Iglesias, gremios y
corporaciones y, sobre todo, la aristocracia.
Sus
líderes recurrieron a las teorías de Montesquieu y Burke para
demostrar que la sociedad era una forma orgánica y que sus agrupaciones
tradicionales no sólo conferían derechos inalienables a sus miembros sino que
producían un equilibrio de poder que
resguarda los individuos de la tiranía. Esto junto al deseo de autonomía de las
provincias dio origen al descontento. Quedó muy claro entonces que el fermento
no se detendría ahí.
Era más
probable que ocurriera una rebelión en las regiones en que la aristocracia
podía contar con el apoyo de los campesinos; pero en Europa Oriental estos
últimos aún eran ciervos, y era poco probable que se revelaran para apoyar a
los terratenientes que eran sus opresores directos.
Sin
embargo, a los campesinos también les desagradaban las innovaciones y a veces
luchaban tenazmente por conservar su forma de vida tradicional. Las
revoluciones aparecieron por primera vez en gran escala en las colonias inglesas
de América. Recurriendo a la filosofía de Locke sobre el
derecho natural, los colonizadores se negaron a pagar un impuesto establecido por el
parlamento en Londres, en el que no estaban representados. Para 1775 la disputa
había llegado a una guerra declarada.
Los
hombres moderados que habrían mantenido la antiguaestructura de la sociedad fueron
sustituidos por otros con objetivos más democráticos y la
guerra por la independencia nacional ganó apoyo
en todos los estratos sociales. El ejemplo norteamericano fue una inspiración
para los rebeldes de los países bajos, así como en Francia, cuyas tropas habían
peleado en el lado norteamericano en la guerra.
La
Revolución Francesa se encuadra dentro del ciclo de transformaciones políticas y económicas que
marcaron el fin de la Edad Moderna y el comienzo de la
Edad Contemporánea. La independencia de EEUU y el desarrollo de la Revolución
Industrial, iniciada en la Gran Bretaña, son los otros dos grandes procesos que señalan esta
transición histórica.
El proceso revolucionarios
francés es, sin duda, el más importante dentro del agitado panorama político
del siglo XVIII. Es, además, uno de los más polémicos. La historiografía se ha
preocupado constantemente de él y son muchos los escritos y los libros que presentan la
revolución francesa como una gran gesta o, por el contrario, un acontecimiento
perjudicial y hasta innecesario para Francia y la culturaoccidental.
Es difícil
tratar de sacar a la luz los motivos que nos
llevan a esta pasión por el tema. Muchos son los factores que se amontonan en torno a Francia y a la
revolución, presentándola como un tema apasionante y tremendamente complejo. En
este trabajo trataremos de
explicar y enumerar lo mejor posible las causas y los principales hechos de
este proceso que trascendental en la historia de la humanidad.
Oposición
al antiguo régimen en francia
Se
denomina Antiguo Régimen al conjunto de costumbres e instituciones políticas y
económicas existentes en Francia y en Europa hasta fines del siglo XVIII.
La vida
política
La organización política de Francia, hacia
1789, era monárquica. El rey pretendía que su poder derivaba de Dios, a quien
únicamente debía cuenta de sus actos. Sus súbditos no tenían ningún derecho,
pero sí el deber de obedecer.
El rey
declaraba la guerra y hacía la paz; comandaba los ejércitos; determinaba los gastos y fijaba los impuestos; nombraba y
destituía a los funcionarios y dirigía la administración entera. Las
provincias eran administradas por los intendentes, con poder omnímodo y
arbitrario.
El rey
hacía las leyes, que eran la
expresión de su voluntad personal, pues si bien debía
tener en cuenta las "costumbres fundamentales del reino", tales
costumbres eran contradictorias y vagas, y hubiera sido difícil definirlas
claramente. Además, el rey dirigía la administración de justicia, pues esta se
dictaba en su nombre y por funcionarios que el designaba. Se usaba el tormento
para lograr la confesión de los acusados, a quienes se juzgaba en secreto y a
los que se aplicaban las penas bárbaras de las marcas con hierros
candentes, de la picota, del látigo y de la horca.
La libertad individual estaba
amenazada constantemente por la policía, que podía aprender a cualquiera con
una simple orden del rey, la "carta sellada". No se
daba la causa de la detención porque "tal era la voluntad del rey".
Existía
la censura previa y no existía la libertad de consciencia.
La vida
social
En la
sociedad francesa se distinguían tres estados o clases:
1.
El
clero: era la primera de las clases sociales privilegiadas. Conservaba un gran
prestigio e influencia. Además recibía los diezmos de los fieles, poseían
extensas propiedades, que abarcaban la cuarta parte de la superficie de
Francia, y como si fuera poco, no pagaban impuestos.
2.
La
nobleza: esta era la segunda clase privilegiada formada
por un número de personas análogo al del clero, que poseían tierras de parecida
importancia y extensión. Percibían de los campesinos, que vivían en sus
tierras, los antiguos derechos feudales, y sólo pagaban impuestos en casos
especiales.
3.
En El Tercer Estado se distinguían distintas
categorías, alguna de las cuales había logrado privilegios. La capa superior
del estado llano era la burguesía; la inferior, los obreros y campesinos. Estos
últimos soportaban pesadas cargas que, en la generalidad de los casos, les
privaban de las cuatro quintas partes del fruto de su trabajo. Debían pagar los
impuestos al estado, el diezmo a la iglesia y los derechos
feudales al señor.
La vida
económica
La industria estaba entorpecida
con excesivas reglamentaciones e impuestos. Existían aduanas internas; las pesas y
medidas variaban según las regiones; algunos artículos, como los cereales,
debían consumirse en el lugar de producción; se aplicaban
derechos de aduna que en muchos casos anulaban el intercambio.
Causas
y aspectos básicos:
La
revolución francesa abarca un período de 10 años (1789-1799), durante los
cuales se establecieron en toda Europa nuevas formas de organización política,
social y económica, surgieron nuevos usos y costumbres y triunfaron nuevos
modos del pensamiento y nuevas tendencias
espirituales.
Las
causas substanciales de la revolución francesa fueron en primer término las
arbitrariedades y abusos del antiguo régimen, ya mencionadas, y en segundo
lugar la acción de los filósofos y enciclopedistas. Las
causas ocasionales de la revolución. Francesa fueron la debilidad de carácter del nuevo rey Luis
XVI y la grave crisis financiera.
Más de
un siglo antes de que Luis XVI ascendiera al trono (1774), el Estado francés había sufrido
periódicas crisis económicas motivadas por las largas guerras emprendidas durante
el reinado de Luis XIV, la mala administración de los asuntos
nacionales en el reinado de Luis XV, las cuantiosas pérdidas que acarreó la
Guerra Francesa en India (1754-1763) y el
aumento de la deuda generado por los préstamos a las colonias británicas de
Norteamérica durante la guerra de la Independencia estadounidense (1775-1783).
Los defensores de la aplicación de reformas fiscales, sociales y políticas
comenzaron a reclamar con insistencia la satisfacción de sus reivindicaciones
durante el reinado de Luis XVI.
Luis
XVI, quién contaba con apenas 20 años de edad carecía de condiciones como
gobernante pues su carácter era débil, su inteligencia era mediana y se dejo
influenciar por su esposa María Antonieta de Austria y por su primo el Duque de
Orleans. Dada la grave crisis financiera el rey se vio obligado a llamar al gobierno a dos personajes de
reconocida honestidad: R. Jaques Turgot,
un hombre de ideas liberales que instituyo una política rigurosa en lo
referente a los gastos del estado, y a Malesherves.
Turgot,
ministro de hacienda, resumió su plan en esta frase:
"Ni banca rota, ni empréstito,
ni aumento de impuestos”. Como el plan económico molestaba a la corte Turgot lo
presentó gradualmente, pero en 1776, cuando estableció un impuesto que debía
ser pagado por todos los dueños de tierras, fuesen o no privilegiados el rey,
por instancia de los afectados, lo obligó a renunciar. Malesherves intentó
garantizar los derechos de los ciudadanos, pero también se vio forzado a
renunciar. Entonces el antiguo régimen se restableció con todo su vigor.
Para
aplacar los ánimos, Luis XVI designó como sucesor de Turgot a Nécker, un
banquero ginebrino de sólida fortuna personal y gran reputación como
financista. Obtuvo grandes empréstitos que pasajeramente aliviaron la situación
financiera. Pero estos remedios resultaron ineficaces, porque simultáneamente,
aumentaron los gastos públicos como consecuencia de la guerra que estallo entre Inglaterra y Francia, al apoyar
esta última a las colonias inglesas de América del Norte. Como los
privilegiados no deseaban una reforma de fondo provocaron la caída de Nécker en
1781.
Los
estados generales:
En
1788, la gravedad de la situación obligó a Luis XVI a llamar nuevamente a
Nécker, este sugirió al rey la convocatoria de los Estados Generales (una
asamblea formada por representantes del clero, la nobleza, y el tercer estado),
exigida también por el pueblo.
Luis
XVI accedió finalmente a celebrar unas elecciones nacionales en 1788. La
censura quedó abolida durante la campaña y multitud de escritos que recogían
las ideas de la Ilustración circularon por toda
Francia. Nécker, a quien el monarca había vuelto a nombrar interventor general
de Finanzas en 1788, estaba de
acuerdo con Luis XVI en que el número de representantes del Tercer estado (el
pueblo) en los Estados Generales fuera igual al del primer estado (el clero) y
el segundo estado (la nobleza) juntos, pero ninguno de los dos llegó a
establecer un método de votación.
A pesar
de que los tres estados estaban de acuerdo en que la estabilidad de la nación requería una
transformación fundamental de la situación, los antagonismos estamentales
imposibilitaron la unidad de acción en los Estados Generales, que se reunieron
en Versalles el 5 de mayo de 1789. Las delegaciones que representaban a los
estamentos privilegiados de la sociedad francesa se enfrentaron inmediatamente
a la cámara rechazando los nuevos métodos de votación
presentados.
El objetivo de tales propuestas
era conseguir el voto por individuo y no por estamento,
con lo que el tercer estado, que disponía del mayor número de representantes,
podría controlar los Estados Generales. Las discusiones relativas al procedimiento se prolongaron
durante seis semanas, hasta que el grupo dirigido por Emmanuel
Joseph Sieyès y el conde de Mirabeau se constituyó en Asamblea Nacional el 17
de junio.
Este
abierto desafío al gobierno monárquico, que había apoyado al clero y la nobleza,
fue seguido de la aprobación de una medida que otorgaba únicamente a la
Asamblea Nacional el poder de legislar en materia fiscal. Luis XVI se
apresuró a privar a la Asamblea de su sala de reuniones como represalia. Ésta
respondió realizando el 20 de junio el denominado Juramento del Juego de la Pelota, por el
que se comprometía a no disolverse hasta que se hubiera redactado una constitución para Francia. En ese
momento, las profundas disensiones existentes en los dos estamentos superiores
provocaron una ruptura en sus filas, y numerosos representantes del bajo clero
y algunos nobles liberales abandonaron sus respectivos estamentos para
integrarse en la Asamblea Nacional.
La asamblea
constituyente y el inicio de la revolucion:
El rey
se dirigió en persona a la "pretendida
Asamblea Nacional" cuyos actos declaró nulos y sostuvo que los tres órdenes
debían secionar por separado. La asamblea no acató la indicación. Esto
significaba que la monarquía había sido vencida por la asamblea, pues el poder
legal quedaba virtualmente limitado por el de ésta. Los revolucionarios
fundaron en Versalles una sociedad política a la moda inglesa, popularmente
conocido como el Club de los Jacobinos, porque se reunía en el antiguo y
deshabitado convento de ese nombre.
El rey
se vio obligado a ceder ante la continua oposición a los decretos reales y la
predisposición al amotinamiento del propio Ejército real. El 27 de junio ordenó
a la nobleza y al clero que se unieran a la autoproclamada Asamblea Nacional
Constituyente. Luis XVI cedió a las presiones de la reina María Antonieta y del
conde de Artois (futuro rey de Francia con el nombre de Carlos X) y dio
instrucciones para que varios regimientos extranjeros leales se concentraran en
París y Versalles. Al mismo tiempo, Nécker fue
nuevamente destituido.
El
pueblo de París respondió con la insurrección ante estos actos de provocación;
los disturbios comenzaron el 12 de julio, y las multitudes asaltaron y tomaron
La Bastilla una prisión real que
simbolizaba el despotismo de los Borbones el 14 de julio. Antes de que
estallara la revolución en París, ya se habían producido en muchos lugares de
Francia esporádicos y violentos disturbios locales y revueltas campesinas
contra los nobles opresores que alarmaron a los burgueses no menos que a los
monárquicos.
El
conde de Artois y otros destacados líderes reaccionarios, sintiéndose
amenazados por estos sucesos, huyeron del país, convirtiéndose en el grupo de
los llamados émigrés. La burguesía parisina, temerosa de que la muchedumbre de
la ciudad aprovechara el derrumbamiento del antiguo sistema de gobierno y
recurriera a la acción directa, se apresuró a establecer un gobierno
provisional local y organizó una milicia popular, denominada oficialmente
Guardia Nacional. El estandarte de los Borbones fue sustituido por la
escarapela tricolor (azul, blanca y roja), símbolo de los revolucionarios que
pasó a ser la bandera nacional.
No
tardaron en constituirse en toda Francia gobiernos provisionales locales y
unidades de la milicia. El mando de la Guardia Nacional se le entregó al
marqués de La Fayette, héroe de la guerra de la Independencia estadounidense.
Luis XVI, incapaz de contener la corriente revolucionaria, ordenó a las tropas
leales retirarse. Volvió a solicitar los servicios de Nécker y legalizó
oficialmente las medidas adoptadas por la Asamblea y los diversos gobiernos
provisionales de las provincias.
Otras
de las consecuencias de la toma de la bastilla fue la revolución agraria y
social en la campiña francesa. Los campesinos en armas asaltaron castillos y
residencias señoriales; incendiaron los edificios de las oficinas de
recaudación de los impuestos, que tan desconsideradamente les gravaban. Los
campesinos destruyeron así, violentamente el régimen feudal; la asamblea al
saberlo lo aniquiló legalmente.
La
Asamblea Nacional Constituyente comenzó su actividad movida por los desórdenes
y disturbios que estaban produciéndose en las provincias (el periodo del 'Gran
Miedo'). El clero y la nobleza hubieron de renunciar a sus privilegios en la
sesión celebrada durante la noche del 4 de agosto de 1789; la Asamblea aprobó
una legislación por la que quedaba abolido el régimen feudal y señorial y se
suprimía el diezmo, aunque se otorgaban compensaciones en ciertos casos. En
otras leyes se prohibía la venta de cargos públicos y
la exención tributaria de los estamentos privilegiados.
A
continuación, la Asamblea Nacional Constituyente se dispuso a comenzar su
principal tarea, la redacción de una Constitución. En el preámbulo, denominado
Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, los delegados
formularon los ideales de la Revolución, sintetizados más tarde en tres principios, "Liberté, Égalité,
Fraternité" ("Libertad, Igualdad, Fraternidad").
Mientras la Asamblea deliberaba, la hambrienta población de París, irritada
por los rumores de conspiraciones monárquicas, reclamaba alimentos y soluciones. El 5 y el 6 de
octubre, la población parisina, especialmente sus mujeres, marchó hacia
Versalles y sitió el palacio real.
Luis
XVI y su familia fueron rescatados por
La Fayette, quien les escoltó hasta París a petición del pueblo. Tras este
suceso, algunos miembros conservadores de la Asamblea Constituyente, que
acompañaron al rey a París, presentaron su dimisión. En la capital, la presión de los ciudadanos
ejercía una influencia cada vez mayor en la corte y la Asamblea. El radicalismo
se apoderó de la cámara, pero el objetivo original, la implantación de una
monarquía constitucional como régimen político, aún se mantenía.
El
primer borrador de la Constitución recibió la aprobación del monarca francés en
unas fastuosas ceremonias, a las que acudieron delegados de todos los lugares
del país, el 14 de julio de 1790. Este documento suprimía la división
provincial de Francia y establecía un sistema administrativo cuyas unidades
eran los departamentos, que dispondrían de organismos locales elegibles. Se
ilegalizaron los títulos hereditarios, se crearon los juicios con jurado en las
causas penales y se propuso una modificación fundamental de la legislación
francesa.
Con
respecto a la institución que establecía requisitos de propiedad para acceder al voto,
la Constitución disponía que el electorado quedara limitado a las clases altas
y media. El nuevo estatuto confería el poder legislativo a la Asamblea
Nacional, compuesta por 745 miembros elegidos por un sistema de votación
indirecto. Aunque el rey seguía ejerciendo el poder ejecutivo, se le impusieron
estrictas limitaciones. Su poder de veto tenía un carácter meramente
suspensivo, y era la Asamblea quien tenía el control efectivo de la dirección de la política
exterior.
El poder judicial sería desempeñado por
jueces elegidos por el pueblo. Se impusieron importantes restricciones al poder
de la Iglesia católica mediante una serie de artículos denominados Constitución
civil del Clero, el más importante de los cuales suponía la confiscación de los bienes eclesiásticos. A fin
de aliviar la crisis financiera, se permitió al Estado emitir un nuevo tipo de
papel moneda, los asignados, garantizado por las tierras confiscadas. Asimismo,
la Constitución estipulaba que los sacerdotes y obispos fueran elegidos por los
votantes, recibieran una remuneración del Estado, prestaran un juramento de
lealtad al Estado y las órdenes monásticas fueran disueltas.
Durante
los quince meses que transcurrieron entre la aprobación del primer borrador
constitucional por parte de Luis XVI y la redacción del documento definitivo,
las relaciones entre las fuerzas de la Francia revolucionaria experimentaron
profundas transformaciones. Éstas fueron motivadas, en primer lugar, por el
resentimiento y el descontento del grupo de ciudadanos que había quedado
excluido del electorado. Las clases sociales que carecían de propiedades deseaban
acceder al voto y liberarse de la miseria económica y social, y no tardaron en
adoptar posiciones radicales.
Este
proceso, que se extendió rápidamente por toda Francia gracias a los clubes de
los jacobinos, y de los cordeliers, adquirió gran impulso cuando se supo que
María Antonieta estaba en constante comunicación con su hermano
Leopoldo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Al igual
que la mayoría de los monarcas europeos, Leopoldo había dado refugio a gran
número de émigrés y no había ocultado su oposición a los acontecimientos
revolucionarios que se habían producido en Francia.
El
recelo popular con respecto a las actividades de la reina y la complicidad de
Luis XVI quedó confirmado cuando la familia real fue detenida
mientras intentaba huir de Francia en un carruaje con destino a Varennes el 21
de junio. El grupo más exaltado de revolucionarios halló en la traición del rey
un argumento decisivo para abolir la esclavitud y establecer la república, pero la asamblea
quiso limitar los poderes del rey sin suprimir la monarquía.
Luego
de más de 2 años de trabajo para poder redactar una constitución moderada, para
una monarquía liberal, el rey aceptó la constitución y juró solemnemente
acatarla y cumplirla en todos sus detalles. Finalmente, el 30 de setiembre de
1791, los constituyentes declararon terminada su misión, iniciándose el
nuevo régimen.
La
asamblea legislativa (1791/1792):
Dentro
del nuevo sistema de gobierno, el poder legislativo lo desempeñaba la Asamblea
Legislativa, compuesta por una sóla cámara por 745 diputados, políticos,
noveles sin la experiencia de los constituyentes, ya que a propuesta de
Robespierre, la anterior asamblea aprobó la prohibición de reelegir a sus
miembros.
A la
asamblea legislativa le tocó aplicar la constitución de 1791.
La
monarquía constitucional no alcanzó a durar un año, pues la inestabilidad
interior y el comienzo de las guerras de la Revolución con Europa, provocaron
una segunda revolución en agosto de 1792, que acabó con la reyecía y estableció
la primera república.
Diversas
circunstancias crearon un ambiente desfavorable para la
consolidación de la monarquía constitucional.
En
primer término, el propio rey, quien buscó ayuda extranjera para acabar con la
revolución.
En
segundo lugar, los nobles difamaron el nuevo régimen y trataron de conseguir la
invasión de Francia por las fuerzas imperiales. En tercer lugar, los católicos,
indignados con la constitución civil del clero, se sublevaron en algunas
regiones de Francia.
Por
último, los mismos revolucionarios estaban divididos. Los constitucionales o
fudenses, sostenían la aplicación estricta de la constitución y el mantenimiento integral de los
poderes del rey. Los jacobinos buscaron reformar la constitución, reduciendo
los poderes del rey. Entre los jacobinos se destacó un núcleo de diputados
llamados girondinos, que provenían del departamento de la Gironda, y se
convirtieron en dirigentes de la Asamblea Legislativa.
Los
llamados cordeleros o franciscanos, de tendencia republicana, acaudillados por
Danton, joven abogado de gran popularidad, y por el periodista Marat, carecían
de influencia en la asamblea, pero la tenían entre el pueblo de París.
El
grupo girondino desarrolló una política cada vez más violenta contra Luis XVI.
Para desenmascarar al rey, y con la ilusión de extender por Europa los
principios revolucionarios, los girondinos propiciaron la guerra, convencidos
de que con ella unificarían a los patriotas frente a enemigos comunes.
El
deseo de entablar una guerra se extendió rápidamente entre los monárquicos, que
confiaban en la derrota del gobierno revolucionario y en la restauración del
Antiguo Régimen, y entre los girondinos, que anhelaban un triunfo definitivo
sobre los sectores reaccionarios tanto en el interior como en el exterior. El
20 de abril de 1792 la Asamblea Legislativa declaró la guerra al Sacro Imperio
Romano.
La
lucha por la libertad
Los
ejércitos austríacos obtuvieron varias victorias en los Países Bajos austríacos
gracias a ciertos errores del alto mando francés, formado mayoritariamente por
monárquicos. La posterior invasión de Francia provocó importantes desórdenes en
París. El gabinete de Roland cayó el 13 de junio, y la intranquilidad de la
población se canalizó en un asalto a las Tullerías, la residencia de la familia
real, una semana después.
La
Asamblea Legislativa declaró el estado de excepción el 11 de julio, después de
que Cerdeña y Prusia se unieran a la guerra contra Francia. Se enviaron fuerzas
de reserva para aliviar la difícil situación en el frente, y se solicitaron
voluntarios de todo el país en la capital.
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